Los nobles vestían armaduras no sólo durante las guerras, sino también en los torneos, que eran fiestas en las que se celebraban simulacros de combate entre caballeros armados. Por lo general, dos caballeros armados con sus lanzas en ristre se acometían hasta derribarse. El vencido debía entregar su caballo o su armadura, o su equivalencia en dinero.
Pero tanto era el valor que un caballero daba a su armadura, que a veces algunos hipotecaban o malvendían sus tierras para poder rescatarla. Para las distintas clases de torneos se idearon armaduras especiales, y como solamente se contaban como puntos los golpes dados en el cuerpo, brazo izquierdo y cabeza, estas partes se protegían con placas suplementarias atornilladas.
Para los combates en pie se hacían armaduras especiales, hechas con placas de metal de acero deslizante que permitían una total libertad de movimientos. La aparición de las armas de fuego creó otras condiciones en las luchas, y las armaduras dejaron de usarse.
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