En la segunda mitad del siglo XV las telas para la vestimenta femenina y masculina llegaban a Inglaterra desde diversas partes de Europa y de Oriente.
La moda tuvo caracteres muy marcados durante el reinado de Enrique VIII: las calzas eran largas y cosidas, abultadas y acuchilladas; los zapatos eran de horma cuadrada y acuchillada, y la túnica estaba hermosamente bordada y acuchillada. El cuello de la camisa tenía un volante estrecho bordado en seda negra. La pechera de la camisa tenía bordados en seda negra combinando con seda roja e hilos de oro.
Las mujeres usaban una camisa que se llevaba por encima de un miriñaque más amplio, y una falda de raso bordado o terciopelo guarnecido de brocado y de un color que contrastaba con el resto del vestido. Las mangas se hicieron muy amplias en los puños y con adornos de piel o terciopelo. El tocado era muy variable y se usaban también los turbantes.
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