En la segunda mitad del siglo XV en Alemania y en los diversos países europeos, la vestimenta era un signo distintivo de las clases sociales. La de los nobles estaba confeccionada con ricas telas y paños de Flandes, con bordados y adornos de pieles o incrustaciones de joyas. En esa época las ciudades comenzaron a florecer, y sus habitantes o burgueses prosperaron por el desarrollo del comercio y la industria. Sus trajes, si bien tendían a asemejarse con los de la nobleza, carecían de la suntuosidad de los de ésta. Los campesinos y los artesanos usaban túnicas cortas o chaquetas que caían hasta la cadera y que se prolongaban con una capucha o caperuza que cubría la cabeza. Las campesinas vestían faldas amplias, que, a diferencia de las de las damas, llegaban sólo hasta media pierna. Como abrigo usaban una chaqueta corta y ajustada de paño grueso. El tocado era sencillo y cubría los cabellos, que, por lo general, eran largos y sujetos formando trenzas.
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