Después de le Primera Guerra Mundial la moda (igual que las costumbres) sufrió un cambio fundamental. La hechura se hizo más simple, sin mayores adornos. El negro era el color preferido por las mujeres y realzado por joyas. Además, comenzaron además comenzaron a usarse nuevas telas, como el jersey, el chemisier de tela estampada o georgette bordado de canutillos, lamé brocado y otras telas suntuosas. También empezó a utilizarse la seda artificial. Para los trajes de deporte se empleaban lanas suaves y el traje sastree abandonó su rigidez. De noche se usaban capas de abrigo con grandes cuellos volcados o erguidos.
Los abrigos y las capas de piel seguían las líneas de los de paño y éstos estaban adornados con pieles que hacían contraste. También volvió a estar de moda el mantón español. Los sombreros tenían alas grandes, acampanadas, con la copa que se hundía hasta los ojos. Luego los sombreros se hicieron más pequeños.
La falda se hizo más corta y por lo general con tablas.
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